miércoles, 13 de junio de 2012

François Hollande, Presidente de Francia y... Copríncipe de Andorra

¿Quién es el el jefe de Estado de Andorra? Mejor dicho se tendría que preguntar sobre quiénes son los jefe de Estado de Andorra. En la última constitución andorrana de 1993 se consagra la tradición medieval en la que la jefatura del Estado, la cual está compartida entre el obispo de la Seu de Urgel y el presidente de Francia (antes el rey, como heredero de los derechos del conde de Foix).
El caso de Andorra es muy extraño. Prácticamente ha tenido carácter feudal hasta esta constitución de 1993, que fue aprobada en referéndum por el pueblo andorrano y en el que se consagra, al fin, la soberanía del pueblo.
Sólo ha habido un breve y curioso periodo de tiempo en el que Andorra no ha dependido (formalmente) de otro estado. La Wikipedia lo cuenta así:
El único periodo histórico durante el cual Andorra no dependió de ningún otro estado, salvo un periodo de anexión directa a Francia por Napoleón entre 1812 y 1814, fueron unos días en 1934, en los cuales el Barón de Orange, un ciudadano ruso llamado Boris de Skossyreff, se autoproclamó y coronó rey de Andorra y, en apenas nueve días, proclamó una constitución, un boletín oficial y varios decretos, además de declararle la guerra al Copríncipe episcopal, el Obispo de Urgel. Ante el reinado de Boris I, el 8 de julio Francia comunicó oficialmente que no intervendría en Andorra. El Obispo de Urgel no tardó en actuar por la fuerza el día 21 de ese mismo mes, pidiendo ayuda a cuatro guardias civiles y un sargento españoles con base en el cuartel de la Seo de Urgel, que acompañaron al supuesto monarca hasta la frontera hispano-andorrana. Los habitantes del Principado no hicieron nada por impedirlo, viéndole marchar hacia Seo de Urgel detenido y esposado. A la mañana siguiente fue trasladado a Barcelona y puesto a disposición del juez Bellón. Reaparecería durante febrero de 1938, en Aix-en-Provence, reivindicando el trono andorrano, aunque fue detenido por las autoridades francesas y juzgado el 21 de marzo de 1938.
El caso de Andorra es especial, pero no es el único de una jefatura del Estado en la que éstos lo son por serlo de un tercer estado. El caso más conocido es el de los reyes que Inglaterra, que por el hecho de serlo, son también jefes de Estado de algunos países de la Commonwealth. Así, Isabel II de Inglaterra es la jefa de Estado de Australia o Canadá.

sábado, 9 de junio de 2012

Merkel se equivoca

Es Angela Merkel y no Alemania la que se equivoca. Dentro las posibles medidas que ayuden a la zona euro a salir de la crisis económica, la que se está llevando a cabo, la de la simple austeridad sin ningún otro complemento, nos llevará a todos a un pozo sin fondo, incluida a la misma Alemania. Creo que hay algunas comparaciones históricas que pueden ilustrar diferentes panoramas futuros en función del camino que tomemos para salir de la crisis.
En primer lugar recuerdo, cuando terminó la Iª Guerra Mundial, cómo Alemania fue forzada a pagar, entre otras cantidades en especie, la gigantesca cifra de 132.000 millones de marcos-oro. Esta enorme cantidad de dinero equivaldría a unos 350.000 millones de euros de 2010. Se trató de una cifra que Alemania no podría pagar. Además, a la joven república de Weimar se la privó de la obtención de recursos económicos de sus ricas minas de carbón ya que también debió pagar 44 millones de toneladas anuales. De este modo la economía alemana se dirigía a la asfixia, lo que originó una situación de hiperinflación extrema años después. En esta situación de caos económico, cualquier autoproclamado mesías, aunque fuera el hijo del mismo diablo, podría sacar rendimiento político y obtener el poder... como así sucedió.
Si el Tratado de Versalles fue firmado el 28 de junio de 1919, no ha sido hasta el 3 de octubre de 2010 cuando Alemania ha terminado de pagar la totalidad de las compensaciones económicos dictadas en dicho tratado.
Nadie ayudó a Alemania. Los estadounidenses, quienes habían propuesto un plan de paz mucho menos severo con los perdedores, no estuvieron de acuerdo con este trato hacia Alemania. El economista John M. Keynes, quien participó en la delegación británica en la Conferencia de Paz de París, advirtió de las negativísimas consecuencias que traería el régimen abusivo de indemnizaciones y reparaciones que se imponían a Alemania. Por esta misma razón dimitió de la delegación, escribiendo un libro histórico sobre esta cuestión: Las consecuencias económicas de la paz.
Dos décadas después Alemania fue mucho mejor tratada económicamente, que no militarmente. El país quedó, como otras muchas zonas de Europa, completamente destruido y sin absolutamente ninguna posibilidad de pagar ni compensar nada del mucho daño del que, ahora sí, era totalmente responsable. Otras naciones vencedoras se encontraron en una situación económica caracterizada por la deuda contraída con los Estados Unidos, país que financió y aprovisionó la guerra en Europa durante casi todo el tiempo que esta duró. Pero al terminar la contienda, la gestión de la paz y la postguerra fue completamente diferente. En lugar de obligar a los estados europeos al pago en pocos años de lo que se debía a los Estados Unidos, se ideó un plan alternativo del que todos saldrían beneficiados. Al contrario de obligar a pagar hasta sacar dinero de debajo de las piedras, los norteamericanos regaron Europa occidental con su dinero, en forma de auxilio económico para ayudar al resurgimiento de estos países, reconstruir sus economías y, entonces sí, ir pagando lo que se debía.
¡Qué gran diferencia entre ambas postguerras! La obligación a pagar sin ayudar a crecer ahoga: 91 años tardaron los alemanes en pagar lo establecido en el Tratado de Versalles. Sin embargo, ayudar para pagar beneficia a todos: a los acreedores, porque aseguran la devolución de lo debido y porque hacen doble negocio al crear también mercados donde vender sus propios productos; y a los deudores, que se desarrollan al tiempo que van compensando dignamente el estado de sus cuentas.
De estas experiencia podría sacar alguna conclusión la canciller alemana Angela Merkel. Su empecinamiento en la austeridad, en el ajuste, en el pago traerá a Europa una sombra cuyas consecuencias son impredeciblemes, pero las que sí se pueden augurar, dan tanto miedo que resulta mejor no pensar en ellas. Una es la aparición de otro Guía-Caudillo-Padrecito que aúna la frustración de la gente y genere otra tormenta de la que no se sabe cómo podríamos terminar.
Mas adelante en el tiempo, tenemos otra experiencia histórica en la que Alemania está también presente. Me refiero ahora a los años de gobierno en la República Federal de Alemania de Helmut Kohl, un canciller al que Europa, y en especial España, sí que se le debe mucho. Su generosidad, su altura de miras, su vocación de construir Europa no son compartidas por su sucesora en la cancillería y en su partido, la CDU. Es conocido en Alemania que las relaciones entre ambos no son buenas. Discrepancias que Helmut Kohl ha mostrado al realizar críticas públicas a Merkel.
En época de Helmut Kohl, la Guerra Fría estaba viviendo sus últimos años, y la lucha contra un bloque implicaba el fortalecimiento del propio. Era una manera de hacer Europa. Ese europeísmo ya no existe. La fe en una unión europea se ha perdido porque el camino, el método para llevarlo a cabo ha cambiado totalmente. Es una pena, porque la Unión Europea es el mejor proyecto realizado de los últimos siglos. ¿Qué diría Napoleón si viera a franceses, ingleses e italianos en paz? ¿Qué pensaría Bismark de ver como Alemania y Francia son uña y carne? ¿Desde cuándo no hay amenazas de guerra entre España y Portugal, entre Austria y Hungría, entre Polonia y Alemania o entre Francia y España? Cuando se quiso materializar la utopía de unir Europa, el camino fue a través de una progresiva unión económica que condujera por necesidad a una unión política. En la medida en la que la unidad económica está fracasando, lo demás está perdiendo sentido para la población.
La diferencia entre la situación actual y lo ocurrido tras la Segunda Guerra Mundial es que ya no existe el peligro del ogro soviético que motive a los estadounidenses a regar con su dinero a Europa para frenar el avance del comunismo. Tampoco hay un estado verdaderamente líder en el mundo interesado en salvar sinceramente a Europa. Ahora el enemigo está dentro del sistema, invisible, manejando los hilos. Lo que hace falta es alguien que se dé cuenta de lo terrible que sería repetir los errores del pasado.